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Vinos

Las armas de una pequeña denominación de origen

Variedades autóctonas y microclimas infrecuentes propician vinos únicos

España es el país del mundo donde uno puede encontrarse con más diferencias, particularidades y personalidad en el ámbito de los vinos", reivindica José Peñín, autor de la célebre Guía Peñín, en la que se desgranan año a año los secretos del panorama vinícola español. "Es una lástima que no sepamos explotarlo comercialmente", añade.

En resumidas cuentas, las 75 denominaciones de origen españolas producen vino más allá del rioja, el ribera del duero y el penedés. Son productos tan españoles como el albariño, el jerez y la manzanilla, pero van mucho más lejos que el omnipresente tempranillo. Es tiempo de vendimia y en las pequeñas denominaciones de origen comenzarán en pocas semanas a fermentar los vinos más sorprendentes de la próxima temporada.

"Es cierto que los enólogos jóvenes están huyendo del manto protector de las denominaciones de origen famosas. En un arrojo de valentía se lanzan a hacer un vino personal en una zona desconocida", asegura Peñín. El crítico identifica este interés por hacer cosas nuevas como un fenómeno muy español, ya que no existe en los mercados tradicionales, como Francia e Italia, ni en los emergentes, como Chile.

Jay Miller: "Algunos visionarios recuperan viñas ignoradas"

Entre las regiones que están ganando renombre gracias a unas propuestas muy particulares destacan algunas como El Bierzo, Méntrida, Madrid, Monterrey y Calatayud. A éstas, Jay Miller, especialista en vinos españoles de la lista de vinos de Robert Parker, The Wine Advocate, añade otras como Campo de Borja, Jumilla, Pla de Bages, Ribeira Sacra y Valdeorras, entre otras.

Miller dice que no sólo la acumulación de talento es clave para producir vinos más originales, sino también el interés de "visionarios", entre los que cita el caso de Raúl Pérez, autor en El Bierzo del vino blanco mejor valorado por la guía Robert Parker, que aciertan a ver las posibilidades de regiones vinícolas hasta ahora "ignoradas o subestimadas".

Otra de las razones que han permitido el ascenso de regiones vinícolas poco tradicionales es la existencia de variedades de uva autóctonas, como la mencía berciana, la monastrell de Jumilla o la godello de Valdeorras, que han comenzado a explotarse. Peñín no entra a valorar si la búsqueda de vinos originales a partir de uvas que habían dejado de utilizarse es una moda. "Cuando se recupera la minifalda, no se hace tal y como existía en los años setenta, sino con un tratamiento más estético. Lo mismo ocurre con el vino", afirma Peñín. "Como todo el mundo lo hace bien, más que la excelencia se busca la personalidad", apostilla.

Las diferentes combinaciones de suelo y temperaturas dan a los caldos una personalidad diferente, asegura Peñín.

Pertenecer a una denominación de origen puede ser considerado en principio un hándicap, como reconoce la responsable de marketing de las leonesas Bodegas Casar de Burbia Sonia Montesinos, que afirma que, por mucho que se quiera sorprender, en las cartas de los restaurantes sigue habiendo un vino del Bierzo frente a 10 riojas. También puede considerarse una virtud. Guillermo Prada, de las gallegas Bodegas Val de Sil, recalca que es imposible hacer dos millones de botellas de vino y seguir manteniendo el mismo nivel de calidad.

Luchar contra la monotonía del placer

La llegada de los vinos de denominaciones de origen poco tradicionales a los primeros puestos de los ranking nacionales e internacionales ha sido auspiciada también por la obsesión casi enfermiza de los amantes del vino por buscar nuevos sabores. Jay Miller, de The Wine Advocate, afirma que en Estados Unidos se les conoce como wine geeks, y que son gente que disfruta contándole a sus amigos qué vinos acaba de descubrir."Sin embargo, va más allá de esto. En Estados Unidos cada vez hay más gente joven que se interesa por el mundo del vino y, por eso, hay cada vez más sumilleres", indica Miller que atribuye a estos profesionales una labor de prescripción de nuevos productos."Hemos llegado a un punto en que no hay vino malo", afirma por su parte el crítico José Peñín. "Todos los vinos son muy buenos y hemos entrado en una especie de monotonía del placer, de aburrimiento". Por este motivo, los aficionados al vino ya no buscan un producto mejor sino el diferente e, incluso, chocante. Guillermo Prada, de Bodegas Val de Sil, lo resume de esta manera: "Estos vinos tienen su propio público".

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