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Cinco Sentidos

æpermil;xito: ¿don o casualidad?

Seis brillantes profesionales revelan las coincidencias que forjaron su prestigio y la influencia de su educación familiar.

Los Beatles llegaron a EE UU en febrero de 1964 anotándose una cadena de éxitos que cambiarían la historia de la música popular. Sólo habían pasado siete años desde que Lennon y McCartney comenzaron a tocar juntos, pero en su biografía hay un dato que trastoca cualquier visión de genialidad o éxito fulminante. En 1960, cuando no eran más que un conjunto de rock de instituto que luchaba por abrirse camino, les invitaron a tocar en Hamburgo. ¿Qué tenía Hamburgo que lo hacía tan especial? No era que pagasen bien, pagaban fatal. Y la acústica no era increíble, al contrario. Era simplemente la cantidad de horas que el grupo podía tocar. Ocho horas diarias, siete días a la semana. De hecho, cuando tuvieron su primer éxito en 1964 habían actuado en directo nada menos que 1.200 veces. El crisol de Hamburgo hace especiales a los Beatles.

Lennon, Gates o el mismísimo Mozart fueron y son hombres con un enorme talento, pero lo que les convierte en especiales no es su genialidad sino las extraordinarias oportunidades que disfrutaron durante su formación. El éxito es una mezcla de capacidad, casualidad y ventaja y siempre lleva adosado el número mágico de la maestría: las 10.000 horas de vuelo. También suele estar acompañado por una prerrogativa de clase: el entorno social y cultural. Nada, o casi nada, que ver con el cociente intelectual.

æpermil;sta es la tesis que Malcolm Gladwell, escritor, crítico y agitador cultural americano, defiende en su último libro, Outliers (Fueras de serie), editado por Taurus. ¿Qué diferencia a quienes hacen algo especial en la vida de quienes no lo hacen? El lugar donde viven, la generación a la que pertenecen, su familia. La historia está llena de ejemplos que le dan la razón.

Sin duda, Santi Santamaría tiene unas manos especiales para la cocina, pero sin la ayuda de sus padres nunca hubiese podido ser un gran cocinero. O don Luis Zarraluqui, el hijo letrado de un famoso jurista, el mejor abogado de familia de España. Y el doctor Enrique Moreno la eminencia médica que es: no sólo tuvo la suerte de ser alumno del ilustre patólogo Ángel Ortega Núñez, durante todos los años que duró su formación contó con los inestimables consejos de su padre odontólogo.

En todas las ocasiones la educación estuvo detrás. Gabriel Masfurroll, Albert Boadella y el jovencísimo Zaryn Dentzel, el fundador de Tuenti, han dado su opinión sobre el sistema educativo español y todos coinciden en que es el centro del desarrollo social y económico. Dentzel, que pasó un año de su vida adolescente en Extremadura, critica el modelo memorístico de la escuela y la universidad española; Masfurroll propone acercar la universidad 'a la vida real, involucrar más a las empresas e integrarlas en el mundo universitario, porque aún hay demasiada teoría y poca práctica'. Y Boadella, catártico, asegura que sólo cuando el sistema toque fondo, y esto todavía no ha sucedido, podrá salvarse'. El dramaturgo propone una vuelta al mérito y la autoridad.

Santi SantamarÍa. Cocinero: El lujo de la simplicidad gastronómica

Santi Santamaría (Sant Celoni, 1957) vive y cocina en la misma casa que nació. Can Fabes es la masía que el padre, aficionado a la cocina - 'yo pensaba que todos los padres del mundo cocinaban'- hipotecó para que Santi, un mal estudiante de maestría industrial, fuera cocinero. Para Santamaría no hay más artífices de su buen quehacer gastronómico (Can Fabes luce tres estrellas Michelin) que sus progenitores.Primero le mostraron el camino de la buena cocina, 'un amor desmedido por los productos y sabores naturales', después se endeudaron para que el hijo tuviera un gran restaurante. El resto es una mezcla de curiosidad, trabajo, estudio y dones 'que nunca hubiese imaginado poseer': la capacidad de convertir una receta en algo extraordinario. En el camino se encontró con el maestro, el suizo Fredy Girardet, otro crítico de la alquimia culinaria, y con un éxito no buscado: en el año 1983 presenta en sociedad una muestra gastronómica que tiene como protagonistas a las setas. Una extravagancia para la época que llena el restaurante de curiosos. A partir de ahí el espaldarazo de la Guía Michelin y también la polémica, que le enfrentó el pasado año con Ferran Adrià. 'Hay que comprender lo que comemos', alega. Y añade: '¿Puede permitirse este país una restauración de élite como la que tiene?'. Es buen momento para la reflexión.

Zaryn Dentzel . Empresario: Un visionario de la comunicación social

Zaryn Dentzel (Santa Bárbara, 1983), el creador de la red social Tuenti, es emprendedor desde que inició su etapa universitaria, cuando estudiaba Literatura Española y Relaciones Internacionales en su país natal, EE UU. Y nunca ha tenido miedo al fracaso -'el miedo a fallar es nuestra mayor amenaza'-. Tal vez ahí radique parte de su éxito. El resto se debe a su convicción de que nada se consigue en solitario. 'Cuando decidí montar Tuenti lo primero que hice fue llamar a mis amigos españoles -Zaryn estudió 4º de la ESO en nuestro país- y embarcarles en la aventura. No hay grandes empresarios sino grandes equipos'. El team de Dentzel apostó por la privacidad y por convertir Tuenti en una réplica auténtica de la vida real, y los adolescentes españoles le han dado su apoyo en masa. Son muy jóvenes y muchos dirán que no poseen las horas de vuelo suficientes como para considerarse empresarios, pero él lo tiene claro: '¿æpermil;xito? Esto es work in progress y aún nos queda mucho por hacer'.

Albert Boadella. Dramaturgo: Un pícaro en la Corte de Madrid

Albert Boadella (Barcelona, 1943) atribuye su prestigio teatral a las penalidades y rebeldías de la infancia: a las penurias de una familia burguesa represaliada de la Guerra Civil -'siempre he sentido la necesidad de sacar la cabeza'- y a ese carácter pícaro que le caracteriza y que desde tiempos inmemoriales acompaña a los cómicos de la legua. También tendrá algo que ver el hecho de que sus padres no pudieran costearle la carrera de diplomático y él, sin saber aun hoy las razones, o tal vez por ese deseo narcisista de sobresalir que es propio de los adolescentes, eligiera como alternativa la dramaturgia. Esto cuenta Boadella cuando se le pregunta, pero hay que recordar que su familia está llena de artistas, con tíos músicos y un hermano barítono.Boadella tiene además la suerte de haber nacido con las cualidades del forense: disecciona la realidad como nadie y la simplifica 'porque eso es el teatro, hacer simple lo complejo'. Nunca, dice, ha trabajado demasiado, al contrario: 'Paso mucho tiempo en mi guarida, observando... y cuando me desbordan las sensaciones salgo al exterior y actúo. Eso sí, de manera contundente. Soy un perfeccionista'.Desde hace cuatro meses ha puesto su prestigio profesional al servicio de Esperanza Aguirre. Del poder que siempre ha criticado. Pero ya tiene suficiente edad para aceptar sus contradicciones.

Luis Zarraluqui. Abogado: El valedor de la herencia familiar

Tres casualidades catapultaron a Luis Zarraluqui (Madrid, 1934) hasta el prestigio profesional: la separación de sus progenitores cuando en España no existía el divorcio y él tan sólo era un niño, la convicción de su familia de que había que estudiar en el extranjero y la fama que adquirió su padre, abogado como él, tras embargar la herencia del conde de Romanones.Este abogado ha convertido su profesión en un arte y su despacho en un confesionario. Es un hombre que goza con la conversación y sabe escuchar. 'Mi padre, separado, nunca supo bien cómo tratarme. Desde muy joven me incorporó a su vida de adulto, que incluía una tertulia con algunos de los hombres más prominentes de la época. Recuerdo que odiaba ser el único hijo de separados de los jesuitas, pero visto desde la distancia, he de decir que aprendí muchísimo. Me convertí en un adulto precoz. Siempre ha sido un adelantado para mi edad'.El segundo capítulo de esta historia se escribe en EE UU. Tras terminar la carrera de Derecho, su padre le manda a Harvard cuando en España nadie estudiaba en Harvard. 'æpermil;ramos cuatro, Juan Antonio Ruiz de Alda, Epifanio Ridruejo, Manuel Cardona y yo'. En 1958 vuelve a España con la arrogancia de haber conocido mundo y el deseo de dedicarse al Derecho internacional. Incluso intenta, con éxito, convertirse en el letrado jefe de las Fuerzas Aéreas Estadounidenses asentadas en Torrejón 'en un intento de zafarme del apellido paterno'.Pero la carrera de su progenitor sufre un giro inesperado y decide el futuro de ambos: Zarraluqui padre defiende a la nuera del conde de Romanones en el proceso de divorcio de uno de sus hijos y gana el litigio. Al despacho le llueven los pleitos de familia. En 1985 también él se hará archifamoso: llevará el sonado divorcio de Boyer. Hasta hoy.

Enrique Moreno. Cirujano: La medicina hecha milagro

El doctor Enrique Moreno (Madrid, 1939) siempre ha contemplado la vida desde su metro noventa, y tal vez sea esa distancia larga, herencia familiar, la que, además de darle un punto de arrogancia que él trata de esconder detrás de un trato exquisito, le ha permitido llegar a ser un referente de la medicina española.Cuando nadie imaginaba que España se convertiría en el primer país donante de órganos -corría el año 1965- Moreno, que había estudiado, y mucho, con otra eminencia, el internista Ángel Ortega Núñez, y quería ser cirujano maxilofacial, escogía para su tesis un problema clínico del que apenas se tenían noticias en nuestro país: el trasplante hepático. Un año antes había quedado fascinado por los esfuerzos de Thomas Starlz, autor del primer trasplante de hígado.Entre aquella tesis y su primera intervención, 1986, hubo muchas horas de vuelo, los consejos 'impagables' de un padre médico odontólogo, que siempre le recomendó 'ir un paso por delante' y el placer de trabajar en un hospital: 'Cuando estoy aquí (el Doce de Octubre) no sé si anochece o amanece'. Su valía y la de su equipo, 'excelentes profesionales todos', está respaldada con 1.400 intervenciones.En el año 1999 recibió el premio Príncipe de Asturias por sus muchas innovaciones terapéuticas, y en 2003 operó a Raphael. Su fama creció entonces como la espuma, y sus responsabilidades. Pero se nota que está encantado con el prestigio que le precede.

Gabriel Masfurroll. Empresario: El 'real entrepreneur' de la sanidad privada

Gabriel Masfurroll (Barcelona, 1953) tiene a gala ser uno de los empresarios con mayor inteligencia emocional de este país. Le preguntas cuáles son sus principales capacidades como gestor y dice: 'Visionar, planear, emprender, liderar... pero sobre todo alcanzar un sueño'. Y no es arrogancia. Sus colaboradores lo certifican. Para su equipo, el éxito de USP Hospitales radica precisamente en esa carga de humanidad y compromiso que arrastra desde sus comienzos y de la que 'Gabriel es su principal artífice'. Claro que Masfurroll, que estudió en la escuela progresista Costa i Llobera, donde cada alumno pagaba en función de sus posibilidades, más que colaboradores tiene amigos, una familia que siempre ha apoyado sus iniciativas, y una predisposición a ver el lado bueno de la vida que le hace no desfallecer cuando vienen mal dadas. Son esos reveses -las dificultades económicas que atraparon a sus padres, empresarios, en la crisis de los 70, y les obligaron a retroceder en el bienestar familiar; sus derrotas deportivas como nadador o la muerte de Alex, su hijo de tres años- los que todos estos años le han dado ventaja sobre otros competidores. Y los que le permiten afirmar sin un ápice de falsa modestia: 'Hubiese brillado en cualquier actividad empresarial, soy un todoterreno'.

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