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Libros

Los aciertos y las miserias de la consultoría, a examen

'El efecto Riverside' analiza con humor un sector que tiene 100 años de antigüedad.

Los consultores hacen trabajos que podría realizar perfectamente personal de la empresa, y además a coste mucho menor. Entonces, ¿qué crees que motiva que las empresas contraten cada vez más sus servicios?'. La pregunta que Johnny, uno de los personajes de El efecto Riverside (editorial Granica), le hace a otro, Charles, ilustra que este es un libro muy crítico con el sector de la consultoría. De hecho, el propio autor, Montgomery Lee, advierte en el prefacio que pretende 'en tono de humor, hacer una reflexión sobre los servicios de consultoría, sus aciertos y sus miserias'.

Lee, que aparece como personaje en el libro, organiza una reunión en su rancho para conocer las experiencias de sus amigos, altos directivos y docentes, en el campo la consultoría de la gestión y, para animar el debate, plantea cuatro historias. La primera de ellas, El efecto Riverside, es la que da título al libro. Después de referirse a los consultores como 'profesionales que aparecen sin que nadie los llame, te cuentan algo que ya sabes y encima pretenden cobrar por ello', narra la historia de Gus Nathan, el propietario de Cheesemakers Corporation que, consciente del desfase entre sus sistemas de información y el volumen de datos que maneja, decide contratar a una consultoría de sistemas. Nathan se ve envuelto a partir de ese momento en un mundo con una jerga incomprensible y lleno de situaciones descabelladas que provocan la risa, pero que para cualquiera que haya tenido el más mínimo contacto con consultores resultan familiares. Y es entonces cuando aparece en escena Ralph Riverside, que se siente como Gary Cooper en Solo ante el peligro. Es presentado como consultor sénior por parte de la firma contratada, pero en realidad acaba de incorporarse a ella.

Pero no todo es ironía en El efecto Riverside. En el último capítulo, una vez contados los cuatro relatos, se aborda la historia de la consultoría, se citan las razones por las que se debe, y se suele, contratar sus servicios y las tres reglas de oro de sus orígenes. La primera: poner los intereses del cliente por encima de los honorarios; la segunda, decir siempre la verdad al cliente, y la tercera, vender sólo los proyectos que sean necesarios y que la firma pueda acometer.

Como en las películas americanas, 'todo parecido con la realidad es mera coincidencia. O no'. Y este 'o no', se entiende al leer nombres como Bubble 'el buscador que utilizo normalmente', de uno de los personajes, o la aparición de Yamamoto Sanyi, el presidente de Sanyi Corporation. La cita sobre 'la otrora gigante consultora Arnold Sorensen o el caso Enrobbery que puso de manifiesto la poca fiabilidad de las cuentas auditadas' tampoco parece una mera coincidencia.

30 firmas con más de 1.000 profesionales cada una

En 1980 existían 18.000 consultores en todo el mundo, mientras que a finales de los noventa el sector empleaba a 140.000 personas. En la actualidad, hay 30 grandes firmas de consultoría que superan la cifra de los 1.000 trabajadores en plantilla, frente a las cinco de este tamaño que ofrecían sus servicios en 1980. Y el crecimiento continuará a un ritmo del 13% en los próximos años, según explica el profesor universitario Montgomery Lee (Minnesota, 1950). Las empresas de consultoría se han convertido en el mayor empleador de los graduados de las escuelas de negocios, ya que un 40% de los MBA intenta acceder a ellas.El libro, subtitulado Cuando los consultores dominaban la tierra, cuenta que los primeros profesionales (Taylor, Gantt, Arthur D. Little o Harrington Emerson) aparecieron hacia finales del siglo XIX. 'Estos pioneros se dedicaron especialmente a los temas relacionados con la eficiencia operativa', explica Lee por medio de uno de sus personajes. El gran impulso del sector llegó a partir de los años treinta, cuando el Congreso de EE UU prohibió a los bancos trabajar en actividades no bancarias, como la auditoría de cuentas, lo que forzó a las entidades a contratar a auditores externos. En la década de los sesenta aparecieron los conceptos de estrategia y consultoría de estrategia y las grandes auditoras (como Arthur Andersen, Deloitte o Price Waterhouse) crearon entonces sus propias divisiones de consultoría.

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