_
_
_
_
_
La opinión del experto

Una bonita manera de perder el tiempo

Josep F. Mària invita a los directivos a que analicen, mediante una batería de preguntas, lo que quieren ser y cómo desean que transcurra su trayectoria profesional.

No crecí deseando ser abogado. Pero acabé siéndolo porque tenía buenas notas y me atraía un buen sueldo. Así, pasé seis años, algunos excelentes, otros menos, escribiendo informes y negociando acuerdos sin sentido con una caterva de almas en pena como yo. Cuando comenzaba la década de los treinta, lo dejé todo y viajé por el mundo durante dos años; pero luego tuve que volver a trabajos relacionados con el derecho para pagar la hipoteca. Ahora estoy al final de la década de mis 30 y deseo desesperadamente hacer algo con sentido. Pero tengo obligaciones y he adquirido un cierto nivel de vida. Y me falta el coraje para cambiar completamente, incluso cuando sé que podría ser mucho más feliz viviendo otra vida, pero ¿cómo conseguirla? Y ¿dónde diablos se encuentra? Estoy seguro de que no soy el único que desea vivir cada momento como si tuviera sentido'.

El testimonio es anónimo, aunque ha sido extraído de una cita del Financial Times, y suele impresionar, cuando lo cito, a mis alumnos de Esade. En efecto, la pregunta por el sentido del trabajo personal y por el sentido que conceden las empresas a su actividad es, a la vez, profunda y urgente.

Es importante, para el profesional y para las empresas, que cada directivo esté pertrechado y se vea obligado a contestar periódicamente interrogantes como: ¿qué sentido tiene el trabajo que estoy haciendo?, o ¿qué sentido tiene el esfuerzo que mi organización está realizando? En un primer momento pueden parecer preguntas banales, pero en absoluto lo son. Porque toda acción humana u organizativa tiene un sentido: se orienta hacia unos fines y objetivos, seamos o no conscientes de ello. Preguntárselo significa ser conscientes bien para asumirlo o bien para cambiarlo mediante decisiones fruto de la libertad de cada uno.

Hay que pararse a escribir o a pensar lo que ha aportado a cada uno de nosotros cada experiencia profesional

Leer novelas, poemas o tragedias griegas; discutir artículos de periódico sobre los problemas económicos y sociales de nuestro mundo; hacer experiencias de silencio; oír una conferencia sobre la aportación de tal o cual escritora mística; interesarse por la música africana; asistir a exposiciones de arte precolombino; debatir el sentido de la expresión vida equilibrada; intentar encontrar qué aportación a la sociedad realiza mi empresa; trabajar de voluntario en alguna ONG; leer algún manual de ciencia política; viajar a un país lejano con ganas de conocer a alguien más que a mis compañeros de viaje, al conserje del hotel o a la guía turística.

Y, sobre todo, al final de cada una de estas experiencias, pararse un ratito a pensar, e incluso escribir, lo que ellas han aportado a mi vida profesional y a la vida de mi organización. Son bonitas maneras de perder el tiempo, pero ayudan a responder a las preguntas por el sentido del trabajo. Porque estas preguntas sólo las puede responder uno mismo. Ojo: no quedan nunca por responder. O las respondo yo, o me las responden otros. O llevo yo el sentido de mi vida, o bien soy llevado por el sentido que otros me inoculan.

El poeta Rilke planteaba esta disyuntiva a un joven desorientado que le había escrito porque dudaba entre dos ocupaciones tan dispares como dedicar su vida a la carrera militar o, por el contrario, ser poeta.

Veamos lo que Rilke responde al joven Kappus: 'Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes lo ha preguntado a otros. Los envía usted a revistas. Los compara con otros poemas. Ahora bien (puesto que usted me ha permitido aconsejarle), le ruego que abandone todo eso. Mira usted hacia fuera, y eso, sobre todo, no debería hacerlo ahora. Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Hay sólo un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se le privara de escribir. Esto, sobre todo, pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si usted hubiera de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, deber ser un signo y un testimonio de ese impulso'.

¿Militar o poeta? ¿Trabajar en esta empresa o en esta otra? ¿Orientar a nuestra empresa en una dirección o en otra? Podemos echar por la puerta ciertas preguntas, pero a la larga acabarán entrando por la ventana.

Si el abogado que pedía consejo al comienzo de esta tribuna hubiera perdido el tiempo con las engorrosas preguntas que hemos sugerido, probablemente no estaría ahora acercándose a cumplir los 40 con la sensación, permítanme la paradoja, de haber perdido el tiempo.

Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Es decir, cuando uno asume lo que más le honra y satisface como ser humano: la libertad para orientar y dirigir su futuro y el de las organizaciones para las que trabaja.

Josep F. Mària. Profesor de Esade

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_