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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Raffarin no es el problema

El presidente de la República francesa, Jacques Chirac, designó ayer a Dominique de Villepin como primer ministro, en sustitución de Jean-Pierre Raffarin. Con este relevo, Raffarin se convierte en el chivo expiatorio que asume todo el coste político del desastroso referéndum de ratificación de la Constitución europea. Chirac, que es uno de los artífices de la política que derivó en el descalabro del domingo (junto con la falta de visión de gran parte de la élite política y burocrática de Bruselas), no sólo se niega a asumir ninguna responsabilidad directa sino que, además, pretende escudarse de aquí a las próximas presidenciales en la popularidad de Villepin.

Villepin es uno de los colaboradores más estrechos de Chirac. Un político que conecta más que Raffarin con las inquietudes de la mayoría de los franceses y que alcanzó gran proyección internacional como ministro de Exteriores en el momento en que Francia se opuso frontalmente a la invasión de Iraq. Sin embargo, su llegada al cargo está lastrada en origen porque se produce como consecuencia de una crisis que no tiene su origen en el Palacio de Matignon, sino en el Elíseo.

Chirac recurre a un ejercicio de birlibirloque para permanecer en el cargo, ignorando que el referéndum tuvo mucho de voto de censura a su propia gestión como presidente. Un puesto que, además, ocupa gracias a millones de ciudadanos de centro-izquierda que se vieron forzados a darle su apoyo en las presidenciales de 2002 para evitar el ascenso al Elíseo del ultraderechista Jean-Marie Le Pen. Tras aquellas elecciones, en las que casi dos tercios de los franceses optaron por abstenerse o votar por partidos radicales en la primera vuelta, Chirac declaró que había 'escuchado y entendido el mensaje'. Exactamente lo mismo que declaró el domingo por la noche.

Chirac pretende una vez más, siguiendo a Lampedusa, 'cambiar todo para que todo siga igual'. Una estratagema que le ha dado resultado en más de una ocasión, pero que demuestra poca grandeur, y aún menos responsabilidad para con Francia y Europa.

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