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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terra Mítica descarrila

La suspensión de pagos presentada por Terra Mítica, con un pasivo de más de 300 millones y unas pérdidas acumuladas en apenas tres años de más de 160 millones, da una idea de la magnitud de la crisis del parque temático de Benidorm. El desencadenante ha sido el impago del préstamo que sirvió para construir el recinto de ocio. Para encontrar la causa real, sin embargo, hay que remontarse a la misma concepción del parque. Y de la apoteosis final pueden sacarse conclusiones muy interesantes. La primera es que resulta muy fácil justificar grandes intervenciones más o menos públicas en favor de un bien común indiscutible (un parque temático, una televisión pública). Y la segunda es que, después de ponerse en marcha, estos proyectos tienden a convertirse en monstruos ingobernables con una tendencia irrefrenable a devorar fondos.

Impulsado por Eduardo Zaplana prácticamente a su llegada a la presidencia de la Generalitat Valenciana, el complejo nació como iniciativa pública a la que se fueron uniendo las dos cajas valencianas -controladas también por el poder político- y un grupo de pequeños accionistas, vinculados de una u otra forma con el propio presidente autonómico. No hubo socio tecnológico en el arranque del parque. Zaplana no quería esperar y Terra Mítica nació sin el paraguas de un gestor profesional. Para cuando llegó Paramount Parks, cuya gestión e implicación en el proyecto ha sido más que discutible, era demasiado tarde. La crisis no hizo más que agravarse, ayudada por un plan de negocio ajeno a la realidad.

El proyecto levantó, además, muchas sospechas sobre el negocio que había a su alrededor, con una amplia zona de terrenos expropiados por la Generalitat en los que se programaron negocios paralelos al parque temático. La crisis final ha puesto de manifiesto que todo tiene un límite. Bancaja y CAM han puesto freno a la aventura. Los acreedores se niegan a ser accionistas de un negocio ruinoso y la Generalitat tiene sus arcas vacías. Mal final para tan altas intenciones.

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