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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Adiós forzado de Messier

La inminente salida de Jean-Marie Messier de la presidencia de Vivendi Universal es algo más que el exponente más claro de la crisis que atraviesa uno de los mayores grupos empresariales del mundo. Es el ejemplo más revelador de que una forma de ver y hacer los negocios está tocando a su fin.

Messier, un brillante banquero de negocios, se subió a la ola de la nueva economía para hacerse con las riendas de uno de los tradicionales grupos franceses, organizado en torno a Générale des Eaux, en 1996. Desde ese momento inició una fulgurante escalada, basada en el crecimiento, especialmente en el exterior, y asentando su expansión en los nuevos negocios, fundamentalmente los ligados al ocio, al entretenimiento. Dos años más tarde de llegar a la presidencia del grupo francés, decidió cambiarle el nombre, rebautizándolo como Vivendi.

Fue el síntoma de una auténtica revolución que estalló en 2000, cuando impulsó la fusión de Vivendi, Canal+ y Seagram. Nacía un gran grupo de comunicación y, con él, Messier alcanzaba el punto más alto de su meteórica carrera. No obstante, aunque muchos no calcularon su verdadero impacto, por aquel entonces empezaba a deshincharse la gran burbuja tecnológica y bursátil que dominó la parte final de la década de los noventa. Vivendi fue, casi desde el primer momento, una de las empresas más castigadas por los mercados. El fuerte descenso bursátil experimentado desde entonces colocó en el centro de las críticas a Jean-Marie Messier. El presidente del grupo, que decidió trasladar su cuartel general a Nueva York, fue perdiendo apoyos y poder poco a poco.

El inicio de la caída real de Messier se produjo el pasado 30 de mayo. Aquel día, el consejo de administración del grupo decidió crear un comité de gobierno, cuyo fin era controlar la gestión de Messier, constituido por dos personas: Edgar Bronfman, primer accionista individual de Vivendi, y Marc Viénot, presidente del comité de auditoría. A partir de ese momento, la política del grupo dio un giro copernicano y se puso en marcha un plan de ventas con el fin de reducir la elevada deuda que arrastra.

Una de esas ventas afectó a parte de su participación en la filial de medio ambiente, Vivendi Environnement, lo cual tiene implicaciones para su principal inversión en España, Fomento de Construcciones y Contratas (FCC). La venta supuso alterar los acuerdos suscritos con Esther Koplowitz, la mayor accionista de FCC. Esas modificaciones han otorgado a los socios españoles del grupo un poder exclusivo sobre la toma de decisiones, lo cual implica un retorno a los negocios tradicionales, como construcción o servicios.

Con todo, la presión de accionistas y ejecutivos ha colocado a Messier en un callejón sin salida. Es, en definitiva, otro de los grandes símbolos del boom de finales de los noventa que cae arrastrado por la resaca del oleaje que le llevó a la cumbre.

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